Chagui
Cuando se ha cultivado un cariño por veinticuatro años, la raíz tiene que haber penetrado profundamente en los corazones de los cultivadores. Por eso, cuando de un brutal zarpazo se corta el retoño, el dolor alcanza dimensiones indescriptibles. El corazón, sin embargo, para siempre retendrá la raíz, que es el recuerdo de todos los momentos, agradab1es y angustiosos, convividos con el hijo amado.
A cualquiera que tenga hijos, solo le bastará pensar en la desaparición de uno, aún cuando sea de muerte natural, para comprender la altura del dolor cuando ese hijo ha sidoarrancado alevosamente, cuando se sabe que ha sido un homicidio vicioso.
Pero conocemos a los criminales. E1 gatillo del gran arma homicida que es el imperialismo, lo aprietan, los accionan desde Washington. Son los mismos vulgares asesinos que torturan mujeres, niños y hombres en Brasil y en Uruguay, los mismos sanguinarios criminales que anegan en sangre a Chile y que ultrajan la democracia asesinando al compañero presidente Salvador Allende, los mismos salvajes que hubieran ahogado en sangre al victorioso y heroico pueblo de Cuba y que se hundieron en la imborrable ignominia de violarlo todo en Mi Lai. Y los tenemos enquistados en nuestra patria por demasiado tiempo ya. Y a nuestra demanda de que se vayan a su país y nos dejen en paz, responden con la vil agresión. Pero nuestro pueblo responderá. Y no responderá, como se ha dicho, con la vendeta, sino con la revolución. Con cada día y con cada agresión, sectores cada vez mas amplios del pueblo van cobrando consciencia de la naturaleza bestial del imperialismo y van acercándose al partido de su clase. El día no está muy distante en que las masas, convencidas de la justeza de su causa y con la firme decisión de conquistar todos los
derechos que le han sido negados, se lancen a construir una nueva sociedad y a “levantar a los cielos el monumento de una patria nueva, de una patria hermosa, de una patria donde no puedan darse jamás crímenes como éste.”
Lo conoí de niño, lo vi entrar en la adolescencia y apenas en su joven adultez lo perdimos. Los que hemos estado por años cerca
de sus padres y a quienes nos hermana la noble, sacrificada y alegre lucha por construir la Patria Socialista, hemos perdido un hijo. Y los que conocimos a sus hermanos desde su más tierna niñez y los hemos visto desarrollarse en firmes y valerosos militantes socialistas, hemos perdido un hermano.
La lucha sigue y seguirá, como gritó emocionado su abuelo. Nada nos detendrá. Ese es nuestro compromiso.